Yo no podía saberlo por entonces
pero, cuando teníamos 9 años,
le gustaba a una niña de mi clase.
Me enfermaron de adolescencia,
más tarde, los rizos rubios
que se sentaban delante mía.
También tenía primas, vecinas
y actrices de televisión.
Mi bisabuela, sin dejar una nota,
se marchó en Nochevieja.
Un beso secreto en pleno verano
te deja muerto hasta Febrero,
y malherido de por vida.
Abril me trajo a una mujer
que Julio me arrebató.
Y en Agosto, mi mejor amigo y yo,
supimos bajo la luna de Granada
a qué saben las amapolas de París.
A cientos de kilómetros de distancia,
mi madre no me ha dejado de llamar
ni un solo día.
Algunas noches, durante algunas horas,
comparto colchón y fluidos
con chicas que, al amanecer,
se arrojan por la ventana.
Nunca creí que llegara a confraternizar
con algún miembro del bando enemigo,
y ahora tengo una amiga.
En el tiempo que transcurre
entre parada y parada de metro,
unos ojos negros desde el fondo del vagón
no me dejan de mirar.
Ayer,
en el preciso momento
en el que las intentaba olvidar a todas ellas,
todas ellas me recordaron,
y sonrieron
a la vez.