Hijos de Cantoblanco

Amemos más de lo que nunca nadie haya amado,
odiemos más de lo que nunca nadie haya odiado,
cocinemos a fuego lento el siguiente paso,
la huella del ayer será sólo un poema,
y el suspiro de la palabra ahora
irá tatuado en cada una de nuestras células.

Montemos fiestas suicidas y veladas poéticas,
ritos chamánicos y yeguas desnudas,
conozcamos menos ciencia que un animal,
busquemos un punto medio en mitad del alma
que nos lleve lejos
y un punto medio en mitad del cuerpo
que nos lleve cerca.

Resistamos hasta el final en la trinchera,
después huyamos sin vergüenza de la ciudad,
emborrachémonos con los ojos llorosos,
guardemos como oro en paño todo consejo,
borremos cada palabra que escribamos
y luego volvámosla a escribir.

Inventemos generaciones paralelas a ésta,
dejémonos la piel en cada conversación,
olvidemos viejos fracasos,
el miedo a caminar solos por este camino,
refugiémonos en la primera piel absurda
que nos de refugio.

Acostumbremos el cuerpo a horarios imposibles,
definamos el amor con criterios definitivos,
escuchemos cantar a todos los cantantes psicóticos,
movámonos bajo órdenes insanos,
y miremos de vez en cuando por la ventana
por si cruzara el verano
y no nos diéramos cuenta.