Almost blue


Lejana, la de los ojos salvajes
duerme tranquila,
consciente de que el paisaje será bello
mientras ella lo siga siendo.

La niña que lloró todo un día
en la playa de la ternura
ha crecido y ahora también duerme,
abrazada a otro cadáver caliente.

Murió el padre de la fugaz
y murió de pena el abuelo,
y yo cada mañana la bendigo
cuando la veo levantarse
a por el primer café.

Cansada de mí, casi tanto como yo,
la de los pechos pequeños y la mirada noble,
me besó,
cruzó el Mediterráneo,
y jamás la volví a ver.

Empapadas con mi sudor y con mi sangre y con mi semen,
duermen sus 8 horas las mujeres sin memoria.

Yo, mientras, sostengo con mis brazos el peso del Sol,
y me como a bocados una luna detrás de otra.

Me limito a verlas pasar, a las hermosas chicas desconocidas,
a aquellas que me han jurado nunca hacerme daño.

Y si quiero dormir, me duermo pensando
en canciones eternas y en labios infinitos.

Luego, casi triste, casi despierto,
me encomiendo al bueno de Chet Baker,
que viene y me dice:
créeme,
ya nada malo nos puede suceder.