Como una condena

Velatorios, bautizos, cumpleaños,
una misma ceremonia y nada más.
En el pasillo, los espejos
te recuerdan: tú también
dejarás de ser bello,
no será sencillo volver a serlo.

Veinte años y un día -como una condena-,
77 kilos, un metro 93 centímetros
de cuerpo y bajo la piel
insondables océanos
de líquido viscoso
verdeamarillo.

Las mayores tragedias empiezan a veces
como una broma. Extirpo
la última hoja de mi almanaque
y me repito: nunca dejes
de ser así de bello,
sería imposible volver a serlo.